Literatura y pasión

Escribir. ¡Somos tantos los que lo hacemos mal!. ¿Donde se esconde el genio, la sensibilidad, que hace del escritor un ser único y definitivo, poderoso como Ulises ?. Dentro de mí no creo que se encuentre. Entra tanto, me entretengo escribiendo para mí.

Saturday, February 07, 2009

Ella

Te sientas a mi lado
¡tan morena!
y suspiras el aliento que se templa
apagándose esta tarde de verano.

Absorto tu perfil ¡como una talla!,
imaginería de nácar, ¡ángel alado!,
ensueño tu deseo inmaculado
y vago mirando tu mirada.

Sonríes con blanquísima pureza
de mujer infinita, omnipresente,
torera y dueña de mi, con tu limpieza.

¿Me preguntas que si estoy enamorado?
¿Te cuestionas si de ti sigo prendado?
Sabes de sobra que sí, mujer, ¡sigo enganchado!.

Para mamá, tan guapa siempre

A mi madre

Una a una, me alentaba a cantarle a cada estrella
Mis letrillas, como alientos de alegría,
Guardando una promesa a la más bella
Una copla que ella misma elegiría.

Fabulaba para mi, para nosotros, historias cantarinas
De aguerridos héroes dorados,
Y de mágicas sultanas ambarinas
Y sutiles, azul su mirar enamorado .

¡Que brillantes sus leyendas de oro y mirra!
¡Que ternura en las penas historiadas!
Un torrente poderoso su elegía,
Su pasión, en la historia, derramada.

No hubo sedas del oriente más soñado
Ni perlas más hermosas en los mares de corales,
Que sus cuentos, menos dichos que cantados,
Ilusiones inventadas, a raudales

Barrabás, ventero desalmado, que negase
posada al divino Dios naciente
Y Por milagro de aquella Deidad omnipotente
En burro su cuerpo se trocase.

Heroínas de ojos tan brillantes
como sedas soñadas del oriente,
Luz de noches mil y una florecientes,
Tambores, trompetas y Visires cabalgantes.

En aquellas Ácaba, Estambul, Bagdad
en vasijas los magos encerrados
Deliraban de amor, allí cegados,
la venganza del harén en su maldad

Mi madre era cantora de baladas
Que tenía su quien, su con, su para qué
Y su este y su aquel y su sin qué
Sintonía de ojos y miradas.

Mamá tomo el camino de sus versos
Y quiso reposar sus labios de cantora.
Se nos fue su mirada de rapsoda,
Y el silencio se quedó por esos besos.

En recuerdo de papá

A mi padre

Hoy, a la sombra caliente del verano,
Sin saber porqué, mientras holgaba,
Mi padre ha llegado a mi memoria,

Tenía la voz, mi padre, como siempre,
Y la ternura, infinita, de sus manos.
Su mirada, tan honda, de hombre bueno,
Que comprende y perdona, transparente.

A Dios mi padre ¡tan creyente!
Le trataba de tú, o de Manolo,
Y yo, incrédulo y pragmático,
Que no creo en nada que no toque,
Rezo a Manolo, porque existe.

El día que murió,
Que se moría
Nos veíamos los ojos,
Padre e hijo,
Y supimos
Que era aquella nuestra última mirada;
Quiso, entonces, mi padre regalarme,
Desde su agonía valiente, meditada,
El regalo más precioso que hombre puede
Recibir de un padre moribundo.
Me lo dio.
Me dijo ¡aquello!.
El último regalo antes de irse.

Hoy puedo rezarle esta oración,
Un aliento contrito,
De un rincón del alma al cielo atravesado,
Porque, ensoñando, ha venido,
Mi padre,
Como siempre que le llamo.

Me escucha, Manolo, atento y quieto,
Tan paciente,
Recibiendo en sus manos
Mi verso derramado entre las mías.

Mi padre,
Ese hombre
Que me vive cada día la decencia,
Se llamaba Manolo,
Como Dios.